Iglesia de Sta. Cecilia. Vallespinoso de Aguilar


Un espeso manto de nubes plomizas cubren el cielo y dan a la tarde una extraña luz que armoniza con las inhóspitas lomas de los páramos de Vallespinoso de Aguilar. 

Al oeste y a escasos ocho kilómetros de Aguilar de Campoo, entre pequeñas sierras y sobre un espolón rocoso se yergue la pequeña iglesia de Santa Cecilia.

Como queriendo mostrarnos esa joya románica, la espesa capa de nubes se rasga para lanzar un rayo sobre las pulcras piedras de esta maravilla del arte.

El tiempo y la barbarie se han cebado con esta iglesia que estuvo en ruinas hasta 1958. Una severa reconstrucción consiguió poner en pie sus muros, pero la escultura de los capiteles de su portada no pudo sobrevivir a los ataques de gente sin sensibilidad.

Una rampa con fuerte inclinación nos lleva ante una puerta con arco de medio punto, que es preciso rebasar para acceder a la puerta sur. 

La estrechez de la arista sobre la que se encuentra apenas nos deja ver el conjunto por su cara sur. 

Adosado al muro, se alza una torre (que en principio serviría para acceder al campanario o como torre de vigilancia y que con posterioridad se cegó con un bonete de piedra) con un pequeño pasadizo hacia la cabecera.


Desde este punto Vallespino de Aguilar aparece a nuestros pies, extendiéndose por el valle.

Santa Cecilia es una iglesia de reducidas dimensiones (una única nave y una cabecera a mayor altura para adaptarse al terreno) que guarda todo el saber de aquellos constructores de finales del siglo XII que fueron extendiendo un manto de santuarios blancos por estos páramos desérticos. 






 Pasadizo bajo la torre

 Simbolismo del Bien sobre el Mal. Un guerrero ataviado con cota de malla degollando a un dragón.

 Ocho figuras representando a diversos oficios de la época.
 San Miguel con su balanza pesa-almas. Un demonio desestabiliza la balanza hacia el mal.


   
 Mujeres junto al sepulcro vacío de Cristo.


 San Pedro portando las llaves.
 Lucha de centauros.

 La estrechez del terreno donde se asienta la iglesia es notable.
 Cabecera


 Canecillos


 Vallespinoso de Agilar.
 Interior.





Iglesia de los Santos Justo y Pastor (Iglesia de Olleros de Pisuerga)



Sentado en el bar de Feli (Olleros de Pisuerga), calentito y metiéndote entre pecho y espalda un plato de garbanzos con callos, es difícil abstraerse y pensar cómo serían estos páramos en el siglo IX, cuando guiado por el eremitismo (ese movimiento espiritual consistente en retirarse del mundanal ruido a lugares perdidos en busca de la paz), cristianos huidos de Al-Ándaluz se acercaron a la cuenca del río Duero -cuando esta era un desierto a la espera de ser repoblada- en busca de esa soledad deseada.

En muchos casos estos eremitas fueron la punta de lanza en el proceso de repoblación. Como en el caso de San Pelayo que encontró "su lugar en el mundo", en el farallón rocoso del monte Cildá, donde escavó en roca viva, un pequeño habitáculo donde poder orar, meditar y reposar.

Mucho ha cambiado ese lugar.

La pequeña cueva escavada por el eremita, fue ampliada durante los siglos XII y posteriores siguiendo el estilo predominante en la época, para llegar hasta nuestros días como una de las iglesias rupestres más significativas de este arte.

Con indudable estilo románico, la fabrica del templo escavada en la roca, consta de dos naves con sus respectivos ábsides, un coro y la primigenia cueva, hoy convertida en sacristía.

Por imperativo natural, la orientación del templo es norte-sur, y con la puerta de entrada mirando hacia el oeste.

Dedicada a los santos Justo y Pastor se sitúa a las afueras de la población de Olleros de Pisuerga (a escasos kilómetros de Aguilar de Campoo) y se la puede localizar por la espadaña de un solo ojo, sobre la vertical de la puerta a la que se le ha vestido con un atrio.

Accedo al interior y no puedo dejar de sorprenderme a pesar de haber visto innumerables fotos en días recientes. El pequeño tamaño de sus ventanas apenas deja entrar la luz y son sus lámparas de alabastro las que van dando una tonalidad rojiza que magnifica el color de la roca.

Sus volúmenes impresionan, a la vez que la perfección de los espacios. Los arcos fajones (tan propios del estilo románico) destacan en esas bóvedas apuntadas. De las cuatro columnas, solo son originales la primera y la última (la que sujeta el coro). El ábside situado más al este, se encuentra girado con la intención de jugar con la la luz de uno de sus ventanales en los solsticios, al estilo del milagro de la luz en San Juan de Ortega o en Santa Marta de Tera. 

Un nuevo aporte de originalidad dentro de las construcciones románicas. En esta ocasión, sin visión exterior, sin cubiertas, sin ábsides exteriores, sin canecillos. Un templo interior, que busca el alma telúrica de la sierra.


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La iglesia de San Justo y San Pastor se encuentra al sur de Aguilar de Campoo, a escasos kilómetros y en la población de Olleros de Pisuerga.

Vecino de Olleros se encuentra Mave, punto de entrada hacia el recorrido por el Cañon de la Horadada.


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Complementa el conjunto una torre del siglo XVII, a cuyos pies se conserva una “laura” cueva también excavada y que pertenece a mismo conjunto eremítico.


En el exterior de la iglesia encontramos los restos de una necrópolis con algnas tumbas antropomorfas.



Puerta de acceso.



Primera nave, primera cabecera y entrada hacia la cueva excavada por el primer eremita.
Que hoy hace las veces de sacristía.

Vista de la nave desde el coro.
Detalle del coro.
Nave de entrada desde el coro. A destacar los arcos fajones.

La misma nave a ras de suelo.
Solo el primer y cuarto pilar son originales. 
Sobre el cuarto se soporta el coro.


Vista desde una de los habitáculos adosados a la nave.


Pila bautismal.

La segunda cabecera no sigue la línea de la nave. Se ha girado con el objeto de recibir en el solsticio de invierno la luz de los últimos rayos.

Detalle de los arcos fajones. Un elemento plenamente decorativo, ya que en una excavación en la roca no resulta un elemento de soporte.
Exterior.

Otro reportaje de eremitas:
                        Iglesia de Santiago de Peñalba y Valle del Silencio