Cueto San Mateo


La forma física es tan voluble como el potasio de los plátanos. A diferencia, la pasión es un sentimiento fuerte, que apegado a una actividad nos lleva a superar imposibles.

Cuando realizo una ascensión, mis pies avanzan espoleados por lo que alguna vez denominé "Pasión por la Cumbre". Un impulso que me lleva a continuar cuando aparece la pendiente, las fuerzas comienzan a flaquear o el aire que entra por nariz y boca, apenas llega a los pulmones.

Pero como todo en esta vida, los sentimientos pueden venirse abajo en un pis-pas. Por ello, después de un año sin realizar una ascensión, pruebo suerte con el Cueto San Mateo. Discreta montaña en las cercanías de Pola de Gordón, pensando que en caso de falta de pasión, siempre podré pasarme por la cueva del santo, en busca de una ración, sino de pasión, si de Fe en la forma física de mis piernas.

Por ello, parto de las inmediaciones del camping de Pola de Gordón, siguiendo el recorrido balizado que remonta el valle. Entre un bosque espeso de robles y siempre paralelos al arroyo, hasta cerca de las proximidades de la Collada de la Muria, donde dejo el camino y afronto la ladera directamente al encuentro de la cueva del santo, que ya tengo a la vista.

De la cueva a la cima, por sendero, ya queda poco, muy poco.

Descendiendo por la sencilla arista noroeste, me encuentro con el camino balizado, que me lleva haciendo un circulo entre un bosque de encinas y otro más pequeño de pinos, nuevamente al camping.

Pasión, Fe, y un plátano que metí en la mochila por si acaso.....


Los amaneceres del verano.




Una ruta balizada, por pista ancha al principio, pero por un bosque espeso.




A medio camino, el refugio con agua en su interior. Desde este punto ya se puede ver la cueva.


Salimos del bosque y a nuestras espaldas la línea de puntiagudas cimas de la zona de Geras.




Pasión por la cumbre, lo que nos lleva a las cimas.


Me encuentro con un compañero que también va de camino a la cumbre.










La moda de apilar piedras ha llegado a la Cueva de San Mateo.






Llegando a la cima.


La central de la Robla.






Algo veladas las montañas de las proximidades de Llombera.




Nuestro camino de descenso, entre bosquejos de encinas.













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